Moscoso Rendón Santistéban Asociados
En el ámbito jurídico, no pasa desapercibido en lo absoluto el nuevo cliente que llega a la firma desesperado por su caso particular, creyendo el mismo no tiene solución o en caso concreto, como el fin de su mundo...
En el ámbito jurídico, no pasa desapercibido en lo absoluto el nuevo cliente que llega a la firma desesperado por su caso particular, creyendo el mismo no tiene solución o en caso concreto, como el fin de su mundo. Normalmente este tipo de cliente llega con las expectativas perdidas, más bien, rodeado de incertidumbre, con pena por desnudar nuevamente su problema ante extraños; no basta más que abrir la puerta e invitarlo a la sala de reuniones para que crea, que acá está el abogado que le “solucionará” la vida.

El cliente, comienza su relato a partir de un hecho puntual, presente o pasado, varios de ellos, de un hilo de antecedentes tan variados que es el relato de una novela, pero hay un punto que es lo toral de este escrito, y es que, en un momento del relato, gracias a cierta experiencia, uno puede percatar si lo que busca es apoyo legal, o si por el contrario, busca un confidente, un profesional que escuche, que oriente, que no critique, que asienta con la cabeza ante una adversidad en todo caso, que tenga una solución mágica para que desaparezca el problema, pero de manera legal, ante este cliente uno puede ser parte de una solución, pero no la solución en sí misma; de ellos, es a quien me refiero.
La salud mental en un país como Guatemala ha sido relegada a una minoría, si bien existe una política pública de salud mental[i], esta viene desde el año 2008, por lo que es claro que el tema ha quedado relegado por otros en la agenda nacional; de ello, establece la Organización Panamericana de la Salud, “En Guatemala, la información disponible muestra que uno de cuatro guatemaltecos mayores de 18 años, ha padecido al menos un trastorno mental en su vida y en general, solamente el 2.3% de la población guatemalteca ha consultado con algún profesional en salud (según la Encuesta Nacional de Salud Mental, USAC, 2010) por emociones o problemas de salud mental.”[ii].
Si al dato anterior le agregamos que en nuestro país sigue existiendo una desigualdad en el acceso a la justicia, no obstante, constitucionalmente se debe garantizar el acceso a la misma[iii] e incluso protección a ciertos grupos vulnerables, como en el caso de la protección a menores y ancianos[iv], no es sorprendente que el abogado se vea juzgado por siquiera sugerir una atención integral y que el cliente considere también, una consulta con un profesional de la psicología; se ha vuelto tendencia establecer al abogado como el multifacético, analista, político, confidente y hasta psicólogo, parte de la responsabilidad la tienen colegas que con tal de asegurar al cliente, le ofrecen el sol, la luna y las estrellas, como si fuese un cortejo sentimental, que a la larga puede ser dañino para la relación cliente-abogado, y es que no necesariamente tenemos la solución para todo, mucho menos cuando el cliente acude con esa duda e incertidumbre psicológica si sobre lo que pretende es satisfacer un sentimiento o dañar al adversario en una lucha poco contundente.

El abogado debe ser consciente que su papel debe ser de mediador, conocedor y defensor del derecho, mas no de la conducta humana en su totalidad, ante ello reconocer y sugerir de ser necesario, la atención integral de un equipo profesional; tan importante es la justicia como la salud mental.
